Reflexión
Doy vueltas en la cama. Se apagó el ventilador, lo encendí pero no volvía a dormirme. Son las 3 de la madrugada… Y esto es lo que ronda en mi cabeza… A veces la vida me lleva a un lado… y luego a otro. Las prisas, el trabajo, las inseguridades, los silencios que pesan… Me pasa con amigos, con personas que en su momento fueron importantes, con mi propia familia. A veces me acerco, me alejo, me equivoco, vuelvo… y me doy cuenta de que no siempre es fácil volver a estar.
Pero cuando pienso en ellos, me nace un cariño inmenso. Aunque no hablemos, aunque no estemos cerca, hay recuerdos que me regalan una sonrisa sin avisar. Y con mi familia, aunque lo cotidiano nos tome de la mano y nos separe, siento un amor silencioso que siempre sostiene.
Son como huellas vivas, palabras que surgen desde ese lugar íntimo, sin buscar nada.
A veces la vida me arrastra,
me envuelve en su rueda de prisas,
de juicios, inseguridades, silencios que pesan.
Me acerco y me alejo, me equivoco y regreso,
compañeros de camino que un día creí eternos.
Queda el eco de sus risas, los sueños compartidos,
tesoros que resuenan en un rincón del corazón.
Pienso en ellos: ahora padres y madres,
con nuevas prioridades, caminos distintos.
Aunque no estemos cerca, me alegra verlos brillar.
Al recordarlos, una sonrisa me nace sin permiso.
También pienso en mi familia.
Lo cotidiano a veces nos distancia,
las palabras que no se dicen, los silencios que pesan.
Y a pesar de todo, siento un amor inmenso,
un cariño silencioso que palpita aunque no se exprese.
Surge a veces la envidia:
por lo que ellos tienen o quizá por lo que ellos piensan de mí.
Pero el corazón sabe su verdad:
lo que perdura es el cariño,
la huella de lo vivido.
No siempre escribo ni me acerco,
pero guardo en mí recuerdos hermosos,
como una luz tenue y firme.
Nadie camina a nuestro lado toda la vida,
pero cada persona deja un latido,
una huella que, sin quererlo, se vuelve parte de lo que somos.
Horacio Colomé
Madrugada del 19/08/2025