El latido de una armonía: ensayo en el Cuyás

A veces, la música no se escucha: se habita.

El pasado 21 de julio, tuve la fortuna de estar allí —no como espectador, sino como parte del suspiro que se formó dentro del Teatro Cuyás. Un ensayo puede parecer, desde fuera, un acto mecánico, técnico, una preparación sin alma. Pero lo vivido junto a Take 6 y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria fue justamente lo contrario: un ritual lleno de humanidad, precisión y fuego.

 

Había algo en el aire, una vibración que no venía solo de los instrumentos ni de las voces, sino del encuentro mismo. Del cruce de caminos entre un sexteto vocal legendario, que ha elevado la armonía vocal a otra dimensión, y una orquesta que lleva décadas afinando la identidad sonora de esta tierra.

Lo invisible que se ve

Con mi cámara traté de atrapar lo que no se deja fotografiar: las miradas cómplices entre los músicos, el gesto mínimo de una entrada compartida, el murmullo previo a una nota. La luz que se cuela entre atriles, la concentración que roza lo sagrado. Esas cosas que no suenan, pero que hacen que todo suene.

Y es que no era solo música. Era historia en proceso.

Take 6, con su legado de jazz, góspel y sofisticación vocal, ha cantado en los más grandes escenarios del mundo. Aquí, en Gran Canaria, se mezclaban por primera vez con esta orquesta que conoce la nobleza de lo clásico y el vértigo de lo nuevo. Fue un diálogo. O mejor: una danza.


El ensayo como poema

No hubo público, pero sí hubo testigos.

Lo que viví esa tarde no se puede repetir. Por eso tomé estas fotos. Porque algo dentro de mí me dijo que este instante merecía quedarse. Congelado. Vivo. Como se congelan los recuerdos que han sido verdaderamente sentidos.

No busco contar lo que pasó con exactitud. Para eso están las partituras. Lo que quiero es dejar constancia de una experiencia que me atravesó. Que me hizo recordar por qué elegí dedicarme al arte. Por qué sigo creyendo que la belleza —cuando es compartida con honestidad— puede ser la forma más pura de resistencia.


Un ensayo que fue concierto

Quizá las fotos que vas a ver a continuación no tengan el bullicio de un teatro lleno. Pero si miras con atención, tal vez escuches otra cosa: la intimidad de un proceso creativo que no necesita aplausos para ser memorable.

 

Y eso —ese rumor invisible— es lo que intento compartir.