Piensa mal y sufrirás.
Golpe en el estómago.
Se apodera de mi.
Perplejidad. Asombro.
Huesos, órganos y músculos
se agarrotan.
El tiempo se para.
Estoy inmóvil.
Siento que la sangre se congela
como si estuviese en una silla
amarrado por cuerdas que me envenenan.
Cerebro estrujado. Contaminado.
Mirada fija, clavada en lo más oscuro.
Estoy bloqueado.
Me corroen los celos, el odio, la envidia,
la desconfianza y brota un ser horrible.
Quiere matar, hacer sufrir.
Romper mis costillas,
atravesar mi piel
y vomitar pensamientos negros e intoxicados.
Me golpea el corazón con tanta fuerza
que consigue bloquear mis pulmones.
Ataca mi cabeza, frunce mi ceño,
y me transforma el mirar hacia
un mundo monstruoso.
Mis dientes chocan entre sí
y tratan de desencajar mi mandíbula.
Me siento agresivo, fuerte, guerrero, invencible y
preparado para el combate.
Cierro los ojos.
Respiro profundamente y abro mi boca.
Mis dientes dejan de empujar.
Esquivo el segundo golpe y abro mis ojos, relajo mis cejas, inflo mis pulmones, contacto con mi corazón y vuelvo a respirar.
Sensibilidad, vulnerabilidad.
Me voy desbloqueando y activo, una a una, cada palanca de mi sistema central como si se hubiese tratado de un desastre emocional.
El tiempo vuelve.
Horacio Colomé.
11/11/2017.